martes, 11 de enero de 2011

A Gabriel, el niño que perdió las cosquillas

Los días se volvieron largos y raros,
la tormenta aún estaba por llegar.
Se hizo de noche
y las mañanas amargas,
la luz desapareció durante meses;
su cuerpo, sensible y cansado, reaccionó de aquel modo,
Se convirtió en árbol de otoño
y sus hojas se perdieron en la maleza.

Curioso es el destino
que desafió a sus ojos y no les dejó ver su propia belleza.
Así pasaron los años.
Ignoraba que un árbol sin hojas
también es bello.
Anhelaba su flor
y sus ojos no querían fijarse en él.

Pero, toda tormenta pasa;
llueve, truena, rompe, arrasa;
pero pasa….

Así, una mañana brilló,
dejó pasar la luz a través de la ventana
y la brisa hizo volar todas las hojas.

La primavera había llegado y,
cuando se quiso dar cuenta,
brotaron de nuevo hojas y flores
y ni siquiera le importó.
No es que fuera tarde,
es que sus ojos al fin miraban,
pero no veían la diferencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario