jueves, 30 de mayo de 2013

Una simple explicación

Una vez intenté algo casi imposible, me empeñé en explicar para siempre a alguien con ganas de tragarse el mundo a mordiscos. Rápidos y contundentes. Le habían dado algún bocado.

Pero quién pone límites cuando el amor lo rompe todo, porque el amor puede con todo... Entregada a la causa, como podría hacerlo una coladora de arena a la orilla de la más inmensa de las playas, fui a buscar motivos y razones; rescaté pruebas, evidencias; incluso los cuentos que inventaba terminaban en amor. Ese era el fin.

Y claro, la lección es jodida porque el tiempo nos puso a prueba y nos rompió el amor en dos. Me lo imagino ahí mirándome con la media sonrisa, esa que se le recorta hacia un lado, y alcanzo a leer hasta su pensamiento: "Nada es para siempre, ves como tenía razón".

Pero entonces no puedo evitarlo, me río, también yo creo tenerla de mi lado. Quizá por eso nuestros puntos cardinales apuntan ahora direcciones opuestas. Y no, no voy a tratar de convercerte, quién soy yo para cambiar sinfonías. Pero sí, me río, porque para siempre se creó esa nube, esa, que por desastrosa que sea, solo son capaces de crear dos universos que chocan: grandes, pequeños, gordos, flacos o feos, pero son los nuestros. Esas pompitas flotan en el aire para siempre y según tengo entendido cambian el curso de la historia. Y es por eso que hay terremotos, que los volcanes escupen lava, que cada cierto tiempo hay olas gigantes... Y eso, estemos o no para verlo, es nuestro y ya será para siempre.

martes, 21 de mayo de 2013

Fragmento de una historia aún no escrita

Y entonces se sentaba distraída y hacía un barquito de papel, esta técnica lograba que se le disiparan las dudas. Los fabricaba con cualquier material, servilletas, folletos publicitarios, rollo de cocina... Con un solo movimiento, mientras sostenía una conversación o tomaba un café en una plaza, construía con sorprendente habilidad preciosos barquitos de vela. Mientras tanto en su cabeza sonaba sin música aquella canción [...y en el mismo barco que vino, se fue.] Nunca entendió por qué debía aquel señor volver en el mismo barco, ¡con la cantidad de barcos que había! Ella, sin ir más lejos, los tenía de mil colores. Justo le rondaba esto por la cabeza cuando acabó el barquito que andaba entre sus manos, lo hizo cuidando el más mínimo detalle, incluso dibujó corazones en la popa, y pensó:

"En este me iré yo" - sonrió aliviada porque le encantaban los barcos y le entusiasmaba la mar, y además ¿quién podría volver en un barco de papel?