viernes, 5 de agosto de 2011

solo un día (o no)

La luz y el despertador me avisan de que es un nuevo día, dios y no tengo ganas, me quedaría dormida tres días más, ahí tirada sin hacer nada... pero entonces decido que va a ser un buen día, saco las fuerzas de debajo del colchón, que a veces se atascan, y decido que es un día bueno y único. Estoy alegre, alegre con esfuerzo. O alegre por cojones, pero eso no importa.

En la calle, el señor de la esquina me enseña los dientes, pero no me asusta. Es mi día feliz. En el paseo antes de ir a trabajar, el león del vecino se quiere comer a mi perro, pero no lo consiguió y eso es bueno. Hasta ahora funciona.

En el trabajo han abierto las jaulas. Luego aquel chico en el autobus, sentado junto a su padre, comparte con el resto del universo los cambios que se producen en los mandos de nuestra nave. Nadie dice nada. Un adolescente vestido de negro tul me hace reír comentando crueldades de la moda que lleva tacones con calcetines. Me toca bajar. Estoy cansada, pero tengo algo que hacer o tengo que hacer algo.

Llego a y que... con esfuerzo hago que miro, quiero querer estar guapa, demasiado caos. Bolas de trapos. Había un lobo en el probador. Está bien, hago el cambio y me voy.

Agosto de fuegos. Tomo el bus de vuelta. Pensamientos. Nada es tan importante. Solo es un juego. Circo de ánimos. Es la primera vez que vuelvo en este número, a ver en cuál para. Rotonda lejana, pies, sueño, casa y paseo.

Ya está hecho. Me quito el día feliz, me tomo algo fresco, vuelvo a desordenar un poco ahí arriba y me río recordando a ese hombre con traje de arrugas, ese de la playa con pies de fieltro que ofrecía opio y decía: ¿tuuuur querer dormir trerr diiias? No, no, que esto lo elijo yo, que yo no quiero (o).