lunes, 17 de enero de 2011

Una caja de herramientas

Todo empezó como un juego,
solo era una caja vacía.
Esos días no tenía nada que hacer,
el tiempo pasaba lentamente y se le ocurrió cambiar la realidad.
Solo era un juego,
un juego para ser feliz hoy, mañana daba igual.

Mañana daba igual porque la caja se renovaba cada día;
cada día comenzaba la partida y el contenido de esta caja cambiaba.
¿Qué tocó hoy? -preguntaba con illusión cada mañana-
tres clavos , un punzón , una sierra manual.
Bueno,realmente había días que la combinación era difícil;
poco se podía hacer con aquellas herramientas,
pero las reglas del juego eran bien claras en este aspecto:
construye con ellas tu día,
es lo que tienes hoy, no hay martillo,
pero seguro que encuentras alguna otra cosa con la que golpear.

No era un juego fácil,
había ocasiones en las que la caja aparecía vacía,
con apenas tres tornillos
e inventar algo que hacer con ellos parecía imposible.
Pero cuanto más difícil se ponían las cosas,
más grande era el esfuerzo,
mayor la satisfacción,
mejor la creación.

No había tiempo para llorar por el martillo,
había mucho que construir y solo 24 horas.

Algunas mañanas, la caja aparecía llena:
pinzas, tijeras, tenazas,
destornillador, broca, cizalla…
era maravilloso y, precisamente ese día, se perdían las cosas.
El juego no penaba la pérdida de herramientas,
de ahí su dificultad.
Tenías lo que necesitabas,
si lo perdías era cosa tuya.

Algunas personas con sus herramientas
hacían cosas sorprendentes cada día,
daba igual el contenido que encontraran.
Otras pedían prestado demasiado.
A este respecto, las normas no eran muy estrictas,
podías pedir, podías prestar.

La trampa estaba permitida,
aunque todo tenía sus consecuencias
y el desgaste del instrumento en algunos casos era evidente.
Pero en otros, un puñado de clavos ajenos en sus manos
lo cambiaban todo de color…
al fin y al cabo jugar era lo importante.

El juego se paró un tiempo,
se dejó la caja a la deriva,
ni siquiera se abría.

Ahora juega otra vez . Algunas veces pierde.
Pero otras es capaz de construir un castillo
con sólo dos tornillos.

jueves, 13 de enero de 2011

Es hora de ir tomando apuntes

Pocas personas entenderían lo que voy a contar,
de hecho, puedo contarlas con los dedos de las manos.
De una sola mano.
Solo alguien que nació hace hoy 34 años, que escribía camino de suárez en el espacio del remitente de sus cartas y que tiene curiosa fijación con las orejas podrían entender que…
Hay niños que consiguen aplausos con 5.000 pesetas en la colecta del colegio;
otros, inventan historias para divertirse,
historias raras que meten a sus padres en líos
como que con 7 años se hace cargo de sus tres hermanos menores
mientras sus padres se lo juegan todo en el bingo;

que solo los niños mas avispados
logran rimar bombones con mojones
en el cuarto de las literas;

que la cola de caballo bien apretada, esa que tira de las cejas hacia arriba
y te deja con cara de sorprendida todo el día
no se inventó hasta los 80 en calle Nuño Gómez;

pocos llorarían porque el menor de sus hermanos,
vaya a comprar helados;
y es que, en ocasiones, ir a comprar helado puede convertirse en una eternidad.

Nadie podría entender que un portazo te deja sin feria,
que un colchón puede hacer de rueda,
que ocho personas caben en un renault 4,
que las manos negras vuelan
o que un libro nunca es lo que parece.

No encontrarían repuesta a simples preguntas
como qué haces a la sombra de los pinos,
¿a quién vienes a buscar?, ya es tarde;
por qué rajas cortinas para trepar arboles
por qué murió de escarlatina.

O por qué amamos las cucharas
y ese barco que vino y se fue
o que un prátano nos haga reír.

Y que sabe nadie –dice la canción-
que sabe nadie de años de pan y cebolla,
de chandals rosas fluorescentes en días de febrero;
de atracos, de huídas, de churros por la mañana,
de años de traducciones harto complicadas
que te dejan en los puros huesos.

Paro. Cojo aire. Me voy.
'Freedom', 'love',
bonitas palabras no necesariamente antagónicas
que sí suenan a té a las cinco.

Bueno, vamos terminando
que se nos va la juventud
bebiendo vino blanco en London Bridge
y luego pasa lo que pasa,
nos acostamos antes de cenar
… y es que la cena tarda.

Ahora las vemos venir en todo lo alto,
donde hay jamón y chorizo
y sobre todo sol, mucho sol,
tras una temporada en cumbres borrascosas
donde las cabras hacían barrera en el camino.

Ahora nos reímos del tiempo
y contamos historias
porque una historia nunca lo será si no es contada
y, porque, solo unos pocos
saben hacer de la suya una historia feliz
y porque la vida es risa,
y entonces la risa es vida
y yo me estoy hacienda un lío con ambas,
y por eso me río tanto,
como tú.


Felicidades y, ya sabes…
que sigas haciendo historia de tus días y que nadie te diga como la tienes que escribir.

martes, 11 de enero de 2011

A Gabriel, el niño que perdió las cosquillas

Los días se volvieron largos y raros,
la tormenta aún estaba por llegar.
Se hizo de noche
y las mañanas amargas,
la luz desapareció durante meses;
su cuerpo, sensible y cansado, reaccionó de aquel modo,
Se convirtió en árbol de otoño
y sus hojas se perdieron en la maleza.

Curioso es el destino
que desafió a sus ojos y no les dejó ver su propia belleza.
Así pasaron los años.
Ignoraba que un árbol sin hojas
también es bello.
Anhelaba su flor
y sus ojos no querían fijarse en él.

Pero, toda tormenta pasa;
llueve, truena, rompe, arrasa;
pero pasa….

Así, una mañana brilló,
dejó pasar la luz a través de la ventana
y la brisa hizo volar todas las hojas.

La primavera había llegado y,
cuando se quiso dar cuenta,
brotaron de nuevo hojas y flores
y ni siquiera le importó.
No es que fuera tarde,
es que sus ojos al fin miraban,
pero no veían la diferencia.