jueves, 13 de enero de 2011

Es hora de ir tomando apuntes

Pocas personas entenderían lo que voy a contar,
de hecho, puedo contarlas con los dedos de las manos.
De una sola mano.
Solo alguien que nació hace hoy 34 años, que escribía camino de suárez en el espacio del remitente de sus cartas y que tiene curiosa fijación con las orejas podrían entender que…
Hay niños que consiguen aplausos con 5.000 pesetas en la colecta del colegio;
otros, inventan historias para divertirse,
historias raras que meten a sus padres en líos
como que con 7 años se hace cargo de sus tres hermanos menores
mientras sus padres se lo juegan todo en el bingo;

que solo los niños mas avispados
logran rimar bombones con mojones
en el cuarto de las literas;

que la cola de caballo bien apretada, esa que tira de las cejas hacia arriba
y te deja con cara de sorprendida todo el día
no se inventó hasta los 80 en calle Nuño Gómez;

pocos llorarían porque el menor de sus hermanos,
vaya a comprar helados;
y es que, en ocasiones, ir a comprar helado puede convertirse en una eternidad.

Nadie podría entender que un portazo te deja sin feria,
que un colchón puede hacer de rueda,
que ocho personas caben en un renault 4,
que las manos negras vuelan
o que un libro nunca es lo que parece.

No encontrarían repuesta a simples preguntas
como qué haces a la sombra de los pinos,
¿a quién vienes a buscar?, ya es tarde;
por qué rajas cortinas para trepar arboles
por qué murió de escarlatina.

O por qué amamos las cucharas
y ese barco que vino y se fue
o que un prátano nos haga reír.

Y que sabe nadie –dice la canción-
que sabe nadie de años de pan y cebolla,
de chandals rosas fluorescentes en días de febrero;
de atracos, de huídas, de churros por la mañana,
de años de traducciones harto complicadas
que te dejan en los puros huesos.

Paro. Cojo aire. Me voy.
'Freedom', 'love',
bonitas palabras no necesariamente antagónicas
que sí suenan a té a las cinco.

Bueno, vamos terminando
que se nos va la juventud
bebiendo vino blanco en London Bridge
y luego pasa lo que pasa,
nos acostamos antes de cenar
… y es que la cena tarda.

Ahora las vemos venir en todo lo alto,
donde hay jamón y chorizo
y sobre todo sol, mucho sol,
tras una temporada en cumbres borrascosas
donde las cabras hacían barrera en el camino.

Ahora nos reímos del tiempo
y contamos historias
porque una historia nunca lo será si no es contada
y, porque, solo unos pocos
saben hacer de la suya una historia feliz
y porque la vida es risa,
y entonces la risa es vida
y yo me estoy hacienda un lío con ambas,
y por eso me río tanto,
como tú.


Felicidades y, ya sabes…
que sigas haciendo historia de tus días y que nadie te diga como la tienes que escribir.

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