No sé cómo me las apaño que al final
todas las copas de vino acaban en ti
da igual en la barra que las apoye
o los ojos con los que te brinde.
Qué idiotez pensar que frenar la velocidad
nos subiría al vagón del control o a tomar la misma vía.
Pero la tuya es de alta velocidad
y a mi me gusta ver por dónde viajo
y no hacer parada en el engaño
porque las vistas te arrancan los ojos.
Debería ser pecado abrir maletas que no vas a llenar.
Pero el viaje continúa y
yo siempre preferí mochila.
Se aseguran baños de sol
y atravesar lagos despacito, para mojar los pies.
El billete no está en venta porque sale caro,
las fotos son de carrete
y el próximo destino se decide bajo manta.
Un viaje hacia ninguna parte en un vagón revuelto con la cama por hacer
al que, como siempre, ya llegas tarde.
Siempre se desaprende en cada viaje algo que orienta mi brújula interior, esa que aún sintiendola marcar mi sur no consigo seguir. Será cuestión de decidir y bajo el árbol y tratar escuchar romperse el cascarón del huevo. tus palabras grados en la brújula.
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